SINTESIS DEL DOCUMENTO DE APARECIDA
“Pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…” (Hch 15, 28), el documento ha sido desarrollado en tres partes de carácter fundamental:
1. LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY
2. LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCIPULOS MISIONEROS
3. LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS
La primera parte nos invita a situarnos en el contexto de una realidad un poco desalentadora por tantas situaciones en las que vivimos actualmente, aunque esperanzadora, y que nos interpela como discípulos y misioneros. No por esto debemos desanimarnos en el peregrinar de este mundo, sino más bien ser sal de la tierra y luz del mundo, sirviéndole al Señor con alegría y entusiasmo frente a este mundo atemorizado por el futuro, y agobiado por la violencia y el odio. Que todos nosotros seamos los encargados de transmitir esa alegría que produce del encuentro con Jesucristo vivo y resucitado a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades. Ser conscientes y crear conciencia de que ser cristiano no es una carga sino un don.
Nos pone en contexto con las situaciones actuales que viven nuestros pueblos a nivel sociocultural, económico, socio-político, ecológico y de biodiversidad, incluyendo los pueblos indígenas y afroamericanos. Todos estos aspectos los trata con gran esperanza y dando ayudas pastorales para afrontarlos en este tiempo. Debemos y necesitamos todos los cristianos recomenzar desde Cristo, a través de la Eucaristía, para que de esta manera no seamos influidos por los efectos de la globalización y medios de comunicación que lo único que hacen son distraernos del centro de la vida cristiana.
Situándonos en la segunda parte, nos proponen preguntarnos como Tomás: “¿Cómo vamos a saber el camino?” (Jn 14, 5). Jesús mismo se encarga de respondernos provocándonos a seguirle, “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Pero este seguimiento al que él nos invita es para que con gozo y dinamismo, sintiéndonos hijos amados y acompañados por él, nos enfrentemos dando soluciones cristianas a esta sociedad que se sitúa en un sinsabor de la vida, sin esperanza, idolatrando bienes terrenales, individualismos, en fin, estructuras de muerte. Nos dicen que nosotros, los misioneros del Señor, debemos preocuparnos por una formación permanente animada por el Espíritu Santo, transmitiéndoles nuestra experiencia y nuestro testimonio de vida para que al fin ellos crean, y les sea devuelta por medio del Espíritu Vivificante la fe que muchos han perdido.
La tercera parte está íntimamente conectada con la segunda debido a que hemos sido llamados y formados para él. Luego de este itinerario, él se encarga de introducirnos en la cultura de los pueblos y comunidades para anunciar y hacer llegar el mensaje de salvación (Kerigma), siendo testigos de su amor más en las obras que en las palabras, devolviéndole así la dignidad al ser humano que se siente desnudo y sin protección ante tantos estilos de ser y de vivir que nos presenta nuestra cultura actual, que acrecientan el vacio de la persona humana.
APORTE PERSONAL
“Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” .
Creo que estas son las palabras con que cada persona que lea el documento de Aparecida debe identificarse ya que es en realidad un tesoro incalculable que los Obispos, en compañía de S.S. Benedicto XVI, nos ha querido regalar a las comunidades de América Latina y del Caribe.
En este “tratado”, si se le puede llamar así, nos han dejado ver sus preocupaciones por la Iglesia Latinoamericana y del Caribe, recordando siempre que la esperanza está puesta en el que nos ha salvado por pura iniciativa suya. No por esto deja de alentarnos en un camino lleno de alegrías y gozos, invitándonos a un proceso de seguimiento más cercano como lo hacían sus discípulos, que los llamó para que estuvieran con él. Nos motivan pues, los obispos, a ser discípulos y misioneros del Señor, tal como lo fueron sus apóstoles en sus inicios que caminaban de la mano con el Maestro.
Pero debemos partir de que “Jesús Maestro” es el que nos llama por pura iniciativa suya, y en un acto de libertad, respondemos a ese llamado en una entrega absoluta con todo el corazón y con toda el alma. El reconocer a Jesús como Único Maestro solo es posible gracias al Espíritu Santo que se ha derramado en nuestros corazones.
Mientras me leía un librito, cada vez que salía a tocar la campana para el cambio de clases, de Mons. Luis Augusto Castro, Arzobispo de Tunja, acerca de la inteligencia espiritual, me llamaba mucho la atención como me hablaba del encuentro con Jesucristo vivo por medio del Espíritu Santo, que, según Aparecida nos presenta en 5 palabras: fascinación, atracción, admiración, asombro y estupor.
Estas palabras quisiera ampliarlas un poco más ya que han causado en mí una gran admiración:
1. Fascinación (DA 21): el Diccionario de la Real Academia Española dice que es una atracción irresistible. Es la sabiduría de sus palabras, la bondad en su trato y el poder de sus milagros los que siguen suscitando y despertando un asombro en las personas y jóvenes el día de hoy. Al salir de las tinieblas y de las sombras de muerte , nuestras vidas adquieren una plenitud extraordinaria: la de haber sido enriquecida con el don del Padre. Viviendo en nuestro tiempo un poco difícil de evangelizar, atravesamos estos caminos que algunas veces nos desalientan, sin olvidar nunca el encuentro más importante y decisivo en nuestras vidas que nos había llenado de luz, de fuerza y de esperanza: el encuentro con Jesús, su roca, su paz, su vida.
2. Atracción (DA 159): Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor. Y nosotros hemos creído en el amor de Dios: esta debe ser la opción fundamental en nuestra vida . Lo más importante es que es Dios quien nos ha amado primero (1Jn 4, 10), ahora el amor no es solo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro . La Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó (cf. Jn 13, 34).
3. Admiración (DA 136): por su llamada y su mirada de amor que él nos hace, busca suscitar una respuesta consciente y libre desde lo más intimo de nuestro corazón de discípulos, una adhesión de nosotros hacia él, al saber que Cristo nos llama por nuestro nombre (cf. Jn 10, 3). Es un “sí” el que le damos haciendo uso radical de nuestra libertad, conscientes y maduros para poder completar diciendo: “Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57)
4. Asombro (DA 277): El Señor despertaba las aspiraciones profundas de sus discípulos y los atraía a sí, llenos de asombro. Seguir al Señor es fruto de la gran fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida plena. El discípulo es aquel que vive apasionado por Cristo, a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña.
5. Estupor (DA 244): el DRAE nos presenta este significado como una disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro. Podemos decir que esto es lo mismo que sucede con aquella experiencia de los primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo como los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. En esto consiste la naturaleza del cristiano, en reconocer la presencia de Jesús y seguirlo. Toda esta experiencia comienza con una pregunta, pregunta que la sociedad actual sigue sin identificar ni responder y muchas veces sin proponérsela en su proyecto de vida, “¿Qué buscan?” (Jn 1, 38). El mundo se siente desorientado, vive sin sentido, sin saber hacia dónde se dirige, hartándose de un materialismo que excluye radicalmente la presencia y acción de Dios, que es Espíritu, en el mundo y en el hombre . Este materialismo aceptado en cualquiera de sus versiones, significa la aceptación de la muerte como final definitivo de la existencia humana . No podemos desalentarnos, sino darle gracias a Dios y a la Bienaventurada Virgen María por permitirnos haber nacido en este continente americano que como dice el Papa, es “el continente de la esperanza y del amor”. Agradeciendo también a nuestro creador como discípulos y misioneros porque la mayoría de los latinoamericanos y caribeños están bautizados, y esto nos ha hecho miembros del Cuerpo de Cristo. No quisiera terminar sin antes dejar propuesto el llamado que nos ha hecho el Papa Benedicto XVI para mirar y contemplar al futuro con esperanza y alegría: “!Solo de la Eucaristía brotara la civilización del amor que transformará Latinoamérica y El Caribe para que además de ser el Continente de la esperanza, sea también el Continente del amor!”
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” .
JUAN ALBERTO GIRALDO ARISTIZABAL
El que hizo esta blog es un duro, lo felicito. Att: Juan Giraldo.
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